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A propósito de éxitos

A propósito de éxitos

No es un secreto afirmar que la tontería vende. Ya sea de manera televisiva en forma de corazón, de manera musical en forma de corrales o de manera novelística en forma de tramas conspiratorias. En ningún momento digo que abomine de la tontería; en todo caso abomino de que dicha tontería sea considerada como algo serio y se intente vender como tal.

En mente tendréis, efectivamente, una de las patrañas más exitosas de los últimos tiempos -sin contar, claro está, con las falsas verdades de Caballo de Troya. El Código da Vinci es un libro que engancha y no puedes aparcarlo en la estanteria de los polvos hasta haberlo completado. No es un libro muy difícil de leer, sino todo lo contrario. Es de cómoda lectura y utiliza una de las tramas más atractivas para el ser humano: la idea de la conspiración. Si leéis este blog sabréis que tengo paranoias conspiratorias, pero no se asemejan en nada a estas falacias novelísticas.

Enhorabuena a Dan Brown por el dinero que se está metiendo en el bolsillo no sólo por haber escrito una novela de estas características sino por usar del buen marketing para aumentar los números de sus cuentas bancarias, y enhorabuena también a la iglesia por fomentar la lectura de esta novela. Efectivamente, no es muy difícil para el Vaticano demostrar que las teorías de El Código da Vinci son una auténtica mentira y, para ellos, es mucho más cómodo que el enfoque del público occidental se dirija hacia esta obra y no hacia El Evangelio de Judas, por ejemplo, -aparecido/construido hace unas semanas- y, en consecuencia, hacia los evangelios apócrifos. Es mucho más difícil para el Vaticano defender la idea de que dios ha inspirado las manos de los escritores de los evangelios canónicos y no lo ha hecho en el resto de evangelios -los apócrifos- que defender la falsedad de las teorías sobre las conspiraciones de Templarios, Merovingios, Sangres Reales y grandes genios de la historia. Y es que es muy difícil justificar un dogma, pero muy fácil atacar hipótesis. De ahí que la iglesia fomente la lectura de ese libro.

Cuando leí El Péndulo de Focault, del genial Umberto Eco, me di cuenta de que la conspiración, en estos temas, no es la de la existencia de un grupúsculo de genios que protegen el saber y pretenden derrocar a la iglesia. La verdadera conspiración estaría en hacernos creer que esas hipótesis son ciertas.

Para mí es exactamente lo mismo pretender convencerme de que dios existe y el Papa es el sucesor de Jesús en la Tierra -y demás "perlas" católicas-, sin aportar prueba alguna, que pretender hacer lo mismo con la idea de que gobiernos, templarios y sucesores de Jesús actúan en la sombra, sin aportar, de nuevo, pruebas consistentes.

Esa será, en este contexto, mi conspiración nihilista, aportando únicamente las pruebas anteriormente mencionadas. Ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario.

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