Etilismo sevillano
Va pasando el tiempo y me voy dando cada vez más cuenta de lo que no quiero. Eso me aturde. La confusión entre libertad y pasotismo se va haciendo patente a medida que pasan las horas. Entre quedarme e irme ya hace tiempo que eligieron por mí -o elegí por mí- pero no lo he podido comprender hasta hoy. No es que quiera o no quiera estar, es que quiero ser. Y eso, en ocasiones, es incomprensible. Estoy fumando Winston porque en el maldito local no había Ducados... había alcohol. Tampoco había trenes. Ahora no sé si irme de donde quiero irme o quedarme de donde quiero irme. Y lo más jodido, lo que me parece más obvio y más comprensible -la comprensión es una navaja de doble filo-, es que soy igual. Entiendo el porqué me enfado. Entiendo muy bien el porqué. A veces no es necesario utilizar un espejo para verse reflejado en algo o alguien y ese hecho siempre molesta. No nos gusta que nos muestren claramente lo que somos. No nos gusta ver nuestras actitudes. No me gusta. Pero soy y actúo de la misma manera que el reflejo, sin necesidad de espejo.
1 comentario
Cierto, no gusta el espejo de madrastra que nos devuelve -