Sr. Scott, rumbo al infinito
Juego a una partida de cartas. Las apuestas son altas y, como siempre, pretendo ganar. El problema es que me asustan las apuestas altas, cuando no sé si voy a ganar.
Tengo miedo de que mi carta sea el ocho de picas.
Sólo sé que de continuar el juego, he de levantar carta. Es mi turno.
Pero el miedo no evitará que siga eternamente evadiendome del juego. Muy pronto levantaré carta. Publicaré mi resultado.
Y volviendo al mundo físico, mañana voy de parrillada. De mi juventud recuerdo muchas cosas, por supuesto; pero recuerdo algo muy especial: mis amigos. Los 5 más allegados hemos hecho nuestras vidas, radicalmente diferentes a las de otros. Hace años que no nos vemos, pero tenemos algo en común en nuestras mentes: la amistad. Nunca la vamos a perder, por muchos años que estemos sin saber nada de los otros. Tuvimos un tiempo para nosotros, pero ese tiempo, después de los años -después de superar el tiempo- ha y no ha pasado.
Ha pasado, efectivamente, para todos. La pluralidad, y el respeto que la corresponde, es siempre fantástica. Todos hacemos vidas diferentes. La mayoría en pareja, con hipotecas y todo; otro deseoso, en London, pero no llega; la inmensa minoría, usease yo, "desarraigada", creando su propia vida de la misma vida... Y sé que mañana vendrán los intentos de convencer -que no de vencer-; y también sé que es más fácil que me venzan que no que me convenzan. Discutiremos, en el buen sentido de la palabra, a lo mejor nos gritaremos, pero no dejaremos de ser lo que somos.
Y aquellas promesas de adolescencia evidentemente no han pasado. El tiempo no ha pasado. La última vez, lo recuerdo muy bien, fue un 14 de junio... de hace 3 años (¿o 4?). Nos volveremos a encontrar mañana. Y el tiempo no habrá pasado. Seguiremos con las mismas ganas de reirnos, con las mismas ganas de disfrutar de nuestra amistad, como entonces, como con los 17. El tiempo no configura nuestra amistad.
Otra cosa será la comida, jajajajaja...
Tengo miedo de que mi carta sea el ocho de picas.
Sólo sé que de continuar el juego, he de levantar carta. Es mi turno.
Pero el miedo no evitará que siga eternamente evadiendome del juego. Muy pronto levantaré carta. Publicaré mi resultado.
Y volviendo al mundo físico, mañana voy de parrillada. De mi juventud recuerdo muchas cosas, por supuesto; pero recuerdo algo muy especial: mis amigos. Los 5 más allegados hemos hecho nuestras vidas, radicalmente diferentes a las de otros. Hace años que no nos vemos, pero tenemos algo en común en nuestras mentes: la amistad. Nunca la vamos a perder, por muchos años que estemos sin saber nada de los otros. Tuvimos un tiempo para nosotros, pero ese tiempo, después de los años -después de superar el tiempo- ha y no ha pasado.
Ha pasado, efectivamente, para todos. La pluralidad, y el respeto que la corresponde, es siempre fantástica. Todos hacemos vidas diferentes. La mayoría en pareja, con hipotecas y todo; otro deseoso, en London, pero no llega; la inmensa minoría, usease yo, "desarraigada", creando su propia vida de la misma vida... Y sé que mañana vendrán los intentos de convencer -que no de vencer-; y también sé que es más fácil que me venzan que no que me convenzan. Discutiremos, en el buen sentido de la palabra, a lo mejor nos gritaremos, pero no dejaremos de ser lo que somos.
Y aquellas promesas de adolescencia evidentemente no han pasado. El tiempo no ha pasado. La última vez, lo recuerdo muy bien, fue un 14 de junio... de hace 3 años (¿o 4?). Nos volveremos a encontrar mañana. Y el tiempo no habrá pasado. Seguiremos con las mismas ganas de reirnos, con las mismas ganas de disfrutar de nuestra amistad, como entonces, como con los 17. El tiempo no configura nuestra amistad.
Otra cosa será la comida, jajajajaja...
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