Ruido y furia
Hay ocasiones -estos momentos pertenecen a una de ellas- en las que me despierto de mis viajes oníricos de plena nocturnidad con preocupación. No puedo desprenderme de mi pasado, me persigue. De todas formas él ya estaba allí antes de que yo regresara por las noches. Parece que las tres damas grises quisieran avisarme de algo; quizás me avisen de lo que he sido, recordando entonces que lo sigo siendo. Porque lo que nos ocurre no desaparece sin más, lo vamos guardando en una especie de mochila que, poco a poco, va pesando más y más; y a eso lo vamos llamando edad.
Hay ocasiones -estos momentos pertenecen a una de ellas- en las que los deseos de coger de nuevo un trocito del pasado generan ira. Sé que no puedo volver atrás, la vida empuja con demasiada violencia, pero la eterna lucha entre la realidad y el deseo regresa a los camposantos y la batalla comienza de nuevo.
Esta encrucijada de recuperación del pasado y de continuación de mi vida y olvido de él crea estas peleas, y hace también que quiera dejar de soñar. Y despierto, con ruido de sables, me encono, no sé aún si por no poder volver atrás o por no haber podido continuar con mi sueño.
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