Tres días
La batalla ha concluído. Las tropas invasoras, muy debilitadas, permanecen al norte de mi posición aunque ahora mismo no presentan ninguna amenaza seria. Lo que hay que hacer en estos momentos es curar las heridas y contabilizar bajas. Estoy en ello. Lo malo del final de las batallas son las pesadillas. Hoy he tenido una, la cual no describiré para no abrir viejas heridas ni crear de nuevas. Lo malo de las batallas es no saber en dónde se libran. Lo malo de las batallas es tener que luchar en ellas. Lo que sí está claro es que no me hacen ser más fuerte ni estar más preparado para la siguiente. Pensamos que lo negativo que sucede en nuestras vidas es útil para hacer frente a posteriores enemigos. Útil, tal vez, pero nunca el haber pasado antes ya por ello nos hace inmunes. No por tener muchas pesadillas vamos a dejar de sufrir y sudar en la siguiente. El dolor es universal. Ante ello, la calma y, un viejo truco, saber de antemano que no puede durar para siempre.
Mi lecho, que no de muerte, permanecerá en su viejo sitio aguardándome. Él me curará y él me inflingirá dolor. Pero estará allí. Siempre lo estará si yo lo deseo, y siempre quedará borrado del mapa si así lo pretendo. Pero hoy, de momento por hoy, me aguarda.
Mi lecho, que no de muerte, permanecerá en su viejo sitio aguardándome. Él me curará y él me inflingirá dolor. Pero estará allí. Siempre lo estará si yo lo deseo, y siempre quedará borrado del mapa si así lo pretendo. Pero hoy, de momento por hoy, me aguarda.
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