Carta a la Luna (03-07-2003)
Hola preciososososososaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!
Jo, vaya veranito que se te presenta... creo que tendré que molestarte un poco, y recordarte que no debes nunca tomarte nada en serio que no te haga reír. Desde agosto del año pasado estoy esperando de nuevo el verano. Los cambios que se produjeron en mí fueron realmente sorprendentes, que, si bien sus efectos empezaron se notaron en noviembre, habían comenzado unos meses antes, de forma remota en abril y, mucho más concretamente, a finales de julio y agosto. Dejando ya hace tiempo los malos momentos, me han quedado no los buenos (estaría insultándome si lo dijera así) sino los buenísimos, los fantásticos, los maravillosos, los....
El verano pasado me regalaste algo realmente hermoso, lo más importante que me han regalado hasta la fecha (supongo que aquel regalo que me trajiste de Alemania y que guardabas tú -¿te acuerdas?): las ganas de vida. Es una cosa, como comprenderás, que no se me va a olvidar nunca y que siempre voy a tener presente. Me gustaría tener las palabras necesarias para definir lo que siento, pero eso es técnicamente imposible, ni la lengua castellana, ni la catalana, me lo permiten. Sabía de antemano que en esas fechas se iban a producir cambios muy importantes (¿a ver si tendré algo de brujo?), y barajaba la idea de que fuera irme a vivir a otro lado, pero no. Fue un cambio mucho más bestia, mucho más hermoso; el cambio no se tenía que producir fuera, sino dentro. Ese fue tu regalo.
¿Sabes que llevo casi un año sin depres? ¡Increible! ¿Sabes que llevo casi un año con unas ganas de volar increibles? Y te veo, cada mes aproximadamente. Cada vez que estás llena, al salir de casa de mi mama para dirigirme a la mía, te miro. Siempre me pareces radiante, preciosa, fantástica; siempre igual -o más- de guapa, siempre igual -o más- de hermosa... y siento que me guiñas el ojo y que me regalas una sonrisa. Me las quedo para mí y te devuelvo ese guiño y esa sonrisa. Es un ritual casi, que me viene espontáneamente siempre que te veo.
No hace mucho te dije que siempre te tenía presente. Es verdad. Y, además de tenerte presente, ¡necesito tenerte presente!. Necesito saber lo que fui, lo que soy y quién me ha dado ese aliento de vida. Necesito aprender de mis errores y disfrutar de mis aciertos. Necesito disfrutar de ti, aunque tú estés tan arriba, volando, y yo tan abajo, usando los pies.
Necesito abrazarte y, más aún, un abrazo tuyo. Y para ello, o aprendo a volar y me voy a buscar ese abrazo, o aprendes a caminar y vienes a verme (o ambas). En los próximos días se desvelará la cuestión.
Un guiño,
una sonrisa,
un besazo,
un abrazo.
Jo, vaya veranito que se te presenta... creo que tendré que molestarte un poco, y recordarte que no debes nunca tomarte nada en serio que no te haga reír. Desde agosto del año pasado estoy esperando de nuevo el verano. Los cambios que se produjeron en mí fueron realmente sorprendentes, que, si bien sus efectos empezaron se notaron en noviembre, habían comenzado unos meses antes, de forma remota en abril y, mucho más concretamente, a finales de julio y agosto. Dejando ya hace tiempo los malos momentos, me han quedado no los buenos (estaría insultándome si lo dijera así) sino los buenísimos, los fantásticos, los maravillosos, los....
El verano pasado me regalaste algo realmente hermoso, lo más importante que me han regalado hasta la fecha (supongo que aquel regalo que me trajiste de Alemania y que guardabas tú -¿te acuerdas?): las ganas de vida. Es una cosa, como comprenderás, que no se me va a olvidar nunca y que siempre voy a tener presente. Me gustaría tener las palabras necesarias para definir lo que siento, pero eso es técnicamente imposible, ni la lengua castellana, ni la catalana, me lo permiten. Sabía de antemano que en esas fechas se iban a producir cambios muy importantes (¿a ver si tendré algo de brujo?), y barajaba la idea de que fuera irme a vivir a otro lado, pero no. Fue un cambio mucho más bestia, mucho más hermoso; el cambio no se tenía que producir fuera, sino dentro. Ese fue tu regalo.
¿Sabes que llevo casi un año sin depres? ¡Increible! ¿Sabes que llevo casi un año con unas ganas de volar increibles? Y te veo, cada mes aproximadamente. Cada vez que estás llena, al salir de casa de mi mama para dirigirme a la mía, te miro. Siempre me pareces radiante, preciosa, fantástica; siempre igual -o más- de guapa, siempre igual -o más- de hermosa... y siento que me guiñas el ojo y que me regalas una sonrisa. Me las quedo para mí y te devuelvo ese guiño y esa sonrisa. Es un ritual casi, que me viene espontáneamente siempre que te veo.
No hace mucho te dije que siempre te tenía presente. Es verdad. Y, además de tenerte presente, ¡necesito tenerte presente!. Necesito saber lo que fui, lo que soy y quién me ha dado ese aliento de vida. Necesito aprender de mis errores y disfrutar de mis aciertos. Necesito disfrutar de ti, aunque tú estés tan arriba, volando, y yo tan abajo, usando los pies.
Necesito abrazarte y, más aún, un abrazo tuyo. Y para ello, o aprendo a volar y me voy a buscar ese abrazo, o aprendes a caminar y vienes a verme (o ambas). En los próximos días se desvelará la cuestión.
Un guiño,
una sonrisa,
un besazo,
un abrazo.
1 comentario
E.Bathory -
La Luna, que como de costumbre vigila todo aquello que discurre por mi mente, se encontraba poco favorable, ella estaba pasando el cuarto menguante. Yo, que siempre le tiendo una mano amistosa a ella, sé con seguridad que hoy no podrá lanzarme buenas vibraciones en mi ayuda, así que he tomado la decisión de ayudarla a ella desde esta noche. Será así, un trueque imaginariamente amistoso: cuando ella crece o esta llena, le pediré que me tienda su luminosa mano; y yo, en sus momentos de apuro velaré por ella.
La Luna no es ningún dios que pueda ayudarnos, tristemente sólo es puro y vano metal, pero al igual que dios no existe y paradójicamente ayuda a sus fieles, tengo la esperanza (ya que como dije en otra ocasión es lo último que se pierde) en una futura amistad entre ambas. Mas tarde, cuando la amistad se establezca y me dé pruebas obvias de su existencia, me enorgulleceré al admirar que aún la amistad existe, que el amor a veces lanza caricias a la mejilla, sin besarme para no transformarlo en ese amor que tanto satisface pero a la vez causa daño; pero si acaricia con intensidad. Esta intensidad me la dará la Luna, ella sin duda aparecerá cada noche y nos ayudaremos, y sé que cuando no aparezca que es cada veintitantos días será por su indisposición femenina que le hacer estar mal.
Si algún día la Luna desapareciese, no sólo cada veintitantos días, empezaré a dejar de creer en la amistad, pensaré que el amor no existe y que si la Luna que sólo es puro y vano metal rompe esta magia, que podré esperar de las personas. [1995]